REFLEXIONES DESDE EL WALLMAPU: PERSONAS MIGRANTES Y DERECHO AL TRABAJO
Por Natalia Cárdenas y Luciana Polanco
El 27 de mayo de 2023 en el marco de la conmemoración del día del trabajador y la trabajadora, Trama Tejido Migrante y Ficwallmapu, en colaboración con la escuela de formación Trenzando Territorios, proyectaron en la sede de la Junta de Vecinos Dignidad y Trabajo de la ciudad de Temuco los cortometrajes “La vendedora de lirios” y “Merma”. Pese al frío de aquella tarde otoñal, poco a poco el lugar de encuentro fue recibiendo a vecinos y vecinas interesados e interesadas en la reflexión colectiva que se levantaba en este espacio.
Entre humeantes mates y otras bebidas calientes, se presentó el primer cortometraje, “La vendedora de lirios”, dirigido por Igor Galuk y lanzado el año 2020. Éste nos cuenta la historia de Jacinta, una mujer indígena proveniente de Bolivia que junto a su nieta trabaja desde temprano recolectando lirios amarillos para luego venderlos a las afueras del cementerio del pueblo de Magdalena, Argentina. Sus labores se ven dificultadas por las barreras raciales y clasistas vigentes en la sociedad actual, que naturalizan la relación asimétrica de Jacinta con los clientes y las condiciones precarias del trabajo. En este escenario, los cuerpos de la mujer y la niña trabajadora son percibidos como objetos parte del paisaje, al servicio del cementerio y del dolor de sus asistentes, sin considerarse como sujetas y como trabajadoras con agencia y necesidades propias. En el corto, se evidencia el trasfondo de pobreza y sacrificio que hay detrás de esa mujer y su nieta que venden los lirios amarillos.
Por su parte, “Merma”, cortometraje dirigido por Enrique Aguilar y lanzado el año 2018, nos introduce en la vida de una mujer indígena que, tras ser despedida injustamente, debe emplearse lejos de su hogar y de sus redes de apoyo en una fábrica de confección de productos textiles, ocultando su embarazo. A partir de un tono pausado que muestra situaciones cotidianas y que permite elaborar momentos expectantes, el corto muestra los abusos laborales y la violencia ejercida sobre las mujeres trabajadoras por parte de su empleador. Durante 18 minutos, el filme logra construir el reflejo de una realidad que viven miles de mujeres, indígenas, migrantes, en un contexto de precarización laboral. Asimismo, evidencia cómo la nula posibilidad de ejercicio de derechos laborales y los estrechos márgenes existentes para generar resistencias colectivas frente a la marginalización, impulsan a las mujeres a emplear estrategias de sobrevivencia que incluso pueden ir en contra de las propias compañeras.
La conversación desarrollada por los y las asistentes una vez finalizada la exhibición versó sobre los tópicos derivados de los propios cortometrajes, los cuales llevaron a reflexionar sobre la semejanza que tenían con la situación laboral en el Wallmapu. Asimismo, se mencionó el desconocimiento respecto a la situación de los derechos humanos de las personas migrantes en la región y sobre el escaso interés que evidenciaban actores sociales locales relevantes. Finalmente, y como visión a futuro, se propuso continuar con el impulso de espacios de diálogo que sean regulares temporalmente y que permitan construir estrategias de acción colectiva.
En este contexto, promover el reconocimiento de los derechos humanos de las personas migrantes, específicamente el derecho al trabajo, resulta ser fundamental dadas las condiciones de subordinación y exploración promovidas por el sistema económico. Lo anterior, considerando que nos encontramos en un escenario de endurecimiento de las fronteras y de proliferación de discursos racistas que criminalizan y estigmatizan a la migración y que buscan situar a las personas migrantes al margen de la sociedad.
En este sentido, las políticas, prácticas y discursos sociales que rechazan a la migración, no implican una exclusión total y categórica de la movilidad humana, sino que generan un sistema de inclusión diferencial (Mezzadra & Neilson, 2017), que promueve que las personas migrantes sean aceptadas en la medida en que se adecuen al trabajo precario. De esta manera, la migración se valida socialmente en la medida en que la persona migrante se adecue al lugar social de “mano de obra”, pues “[e]s del trabajo y no de lo político, es de la fábrica y de la obra en construcción y no de la ciudad (de la economía estricta y no de la demografía) que el inmigrante (y también, en una medida apenas menor, el emigrante que él es, siempre) extrae no solamente su existencia sino la apariencia de legitimidad indispensable a toda presencia extranjera, “no nacional”” (Sayad, 2008, p. 104).
Así, social e institucionalmente no sólo se busca normar los flujos migratorios a partir de la exclusión, sino que se generan las condiciones necesarias para que las personas migrantes ocupen “nichos laborales” peor remunerados, con mayor inestabilidad, caracterizados por la “flexibilidad” y más peligrosos. Considerando, además, las políticas migratorias restrictivas que inducen a la irregularidad migratoria, se generan escenarios propicios para que se presenten y reproduzcan lógicas de explotación en función de la demanda del mercado.
No es casual que del informe estadístico de la mesa intersectorial de trata de personas se desprenda que el 99% de las víctimas de trata de personas en Chile, documentadas hasta la fecha, sean migrantes. Entonces, nos encontramos en un escenario de dualidad que incluye discursos que afirman que “los inmigrantes quitan el trabajo”, pero que omiten que muchas personas migrantes están ocupando espacios laborales que no cumplen con condiciones mínimas para ser calificado como trabajo digno, e incluso se encuentran sometidas a explotación.
Asimismo, es necesario mencionar que existen otras condiciones como la clase social y el género que definen los espacios laborales a los cuales son desplazadas las personas migrantes. Por citar un ejemplo, las labores de cuidado están siendo delegadas a las mujeres migrantes, como es el caso de las trabajadoras del hogar, un rubro que incluye un trabajo emocional que no es reconocido y que se caracteriza por los abusos de los empleadores y la escasa fiscalización del Estado. Si, además, consideramos que en el caso de -nosotras- las mujeres existe una doble carga laboral dada por el trabajo de cuidados no remunerado, invisibilizado, precarizado y relegado históricamente nuestros cuerpos, su ejecución se agudiza por un proceso migratorio que incluye escasas redes de apoyo tanto estatales como sociales. Todo ello evidencia que en el caso de las mujeres migrantes, el amor es una de las justificaciones culturales usadas por el sistema capitalista para abusar de las relaciones en términos de género y de la movilidad humana.
Ahora, es importante tener en cuenta a quienes responsabilizamos de estas situaciones: frente a la escasa fiscalización del Estado, la tendencia es responsabilizar a los propios migrantes, sin considerar quiénes son los que lucran del trabajo precario y de la explotación laboral. Por ello, además de identificar las condicionantes sociales, también es importante identificar al empresariado que se sustenta en el trabajo mal remunerado y en condiciones inestables e inseguras, pues la lucha es por todos y todas las trabajadoras migrantes y nacionales, la misma clase obrera.
Natalia Cárdenas Marín, colombiana, abogada, participante de Trama Tejido Migrante, Wallmapu*
Luciana Polanco Pino, chilena, licenciada en Antropología, participante de Trama Tejido Migrante, Wallmapu*